Estábamos ahí los dos, una habitación desnuda. Sabíamos que el propósito por el que nos encontrábamos en el lugar era simple. Si hace unos meses me hubieran planteado la idea de un encierro con lo desconocido, me hubiera burlado de ello. Nuestras lenguas, físico, pensamiento y estatus eran muy diferentes, aunque nuestra situación era la misma. Primero llegué yo, estaba disfrutando de los jardines cuando todo se torno oscuro, al poder observar lo que había en mi alrededor solo encontré una habitación, grité todo lo que pude, sin embargo, nadie llegó a mi ayuda. Las comidas eran escasas y la higiene era casi nula. Los días pasaron, pero nada cambio, parecía que me encontraba en la oscuridad completa y una soledad que me consumía lentamente. Un día llegó él, su vestimenta era diferente, aunque sus rasgos distintivos lo hacían muy atractivo. A juzgar por las pocas joyas que le permitieron quedarse, su estatus social era alto. La habitación se volvió una cárcel callada, a pesar de mi nueva
Resumen: Breve relato narrado en primera persona, de ese “alguien” que puede ser cualquiera que ha tenido que volver a empezar o cambiar su rumbo. Donde los recuerdos y experiencias vividas la ayudan a sostenerse, hacer sus días luminosos a pesar de las nubes. Cuando tenía treinta y siete años volví a la adolescencia y, me refiero en este sentido a que tuve que vivir bajo las mismas circunstancias que muchos de los adolescentes que migran a la ciudad para estudiar. Mi “hogar” se limitaba a una habitación, una de otras tantas, de una casa de huéspedes; mi régimen dietético variaba día con día según el menú que me ofrecían los puestos de comida afuera de la universidad. Algunas veces salía con mi carrito de ruedas para hacer las compras en algún tienda de autoservicio o en el mercadito de la esquina para tratar de cocinar algo distinto; la despensa era el closet o donde me quedaba lugar entre mis ropas, pasaban días y al buscar un par de medias me encontraba con una lata de frijoles. Lo