Estábamos ahí los dos, una habitación desnuda. Sabíamos que el propósito por el que nos encontrábamos en el lugar era simple. Si hace unos meses me hubieran planteado la idea de un encierro con lo desconocido, me hubiera burlado de ello. Nuestras lenguas, físico, pensamiento y estatus eran muy diferentes, aunque nuestra situación era la misma. Primero llegué yo, estaba disfrutando de los jardines cuando todo se torno oscuro, al poder observar lo que había en mi alrededor solo encontré una habitación, grité todo lo que pude, sin embargo, nadie llegó a mi ayuda. Las comidas eran escasas y la higiene era casi nula. Los días pasaron, pero nada cambio, parecía que me encontraba en la oscuridad completa y una soledad que me consumía lentamente. Un día llegó él, su vestimenta era diferente, aunque sus rasgos distintivos lo hacían muy atractivo. A juzgar por las pocas joyas que le permitieron quedarse, su estatus social era alto. La habitación se volvió una cárcel callada, a pesar de mi nueva
En el mundo de lo simbólico,
busco el reflejo de la luna intermitente,
entre la luz y la obscuridad perpetuas.
¿En dónde están esas ansias?
Que dejaron transcurridos ayeres,
en prosaica sucesión de inquietudes,
inundadas de silencios.
Devanando el porvenir,
en inciertas formas ocultas.
Levantando flujos azarosos,
de ilusorios destinos.
¿Qué muestra o esconde la luna?
Luz, sombras, obscuridad y destellos,
¿La cuestión está en mí?
¿Quién conoce las respuestas?
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