Estábamos ahí los dos, una habitación desnuda. Sabíamos que el propósito por el que nos encontrábamos en el lugar era simple. Si hace unos meses me hubieran planteado la idea de un encierro con lo desconocido, me hubiera burlado de ello. Nuestras lenguas, físico, pensamiento y estatus eran muy diferentes, aunque nuestra situación era la misma. Primero llegué yo, estaba disfrutando de los jardines cuando todo se torno oscuro, al poder observar lo que había en mi alrededor solo encontré una habitación, grité todo lo que pude, sin embargo, nadie llegó a mi ayuda. Las comidas eran escasas y la higiene era casi nula. Los días pasaron, pero nada cambio, parecía que me encontraba en la oscuridad completa y una soledad que me consumía lentamente. Un día llegó él, su vestimenta era diferente, aunque sus rasgos distintivos lo hacían muy atractivo. A juzgar por las pocas joyas que le permitieron quedarse, su estatus social era alto. La habitación se volvió una cárcel callada, a pesar de mi nueva
Alarma rota. Boiler apagado. Café diluido. Labial rojo en la taza. Los perros ladrando al camión de la basura que olvidaste sacar. Una paloma gris y una café viven desde hace un año en la cochera y aprovechan para robarse las croquetas. 7:28 am. Una carrera contra tiempo. Tope. Tope. Piedra. Estación de radio atorada en el 91.7. Alto. Deja cruzar a la chica que va a la prepa, porque la banqueta es un rompecabezas. Espérame chica, no tengo a dónde orillarme. De repente apareció un agujero negro en medio de la calle y quien sabe a cuál dimensión me lleve si caigo ahí dentro. El señor del Honda Civic que estaba sobre el paso peatonal se va de largo sin dejarme pasar cuando era mi turno. Bueno, está bien, dele usted señor, ya no me queda de otra. Ahora nos acercamos a la médula espinal donde todos convergemos sobre un mismo punto. El entronque es un enfrentamiento a sangre fría, se trata de ver quién se impone sobre el otro para llegar al extremo contrario. Después de haber