Estábamos ahí los dos, una habitación desnuda. Sabíamos que el propósito por el que nos encontrábamos en el lugar era simple. Si hace unos meses me hubieran planteado la idea de un encierro con lo desconocido, me hubiera burlado de ello. Nuestras lenguas, físico, pensamiento y estatus eran muy diferentes, aunque nuestra situación era la misma. Primero llegué yo, estaba disfrutando de los jardines cuando todo se torno oscuro, al poder observar lo que había en mi alrededor solo encontré una habitación, grité todo lo que pude, sin embargo, nadie llegó a mi ayuda. Las comidas eran escasas y la higiene era casi nula. Los días pasaron, pero nada cambio, parecía que me encontraba en la oscuridad completa y una soledad que me consumía lentamente. Un día llegó él, su vestimenta era diferente, aunque sus rasgos distintivos lo hacían muy atractivo. A juzgar por las pocas joyas que le permitieron quedarse, su estatus social era alto. La habitación se volvió una cárcel callada, a pesar de mi nueva
Esta soy yo entregando el corazón. Es mi carta al mundo, a ese que me vio nacer. Es el alma furibunda amorosa… muerta nunca. Todo te entrego antes del día, Antes de tiempo, antes de hoy. Fuiste ávido, elocuente mensajero, yo portaba treinta y tantos años de amor encarnado y tú, diez años más atado al pasado. Nos vi nacer desde el inicio, en esa primera y eterna cita, después del amor. Después de nacer. Pero a la medida del cielo, del sueño, del mundo entero… mi amor, mi corazón, mi locura por quererte, va quedando tan grande como el olvido mismo.