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Convocatoria séptimo volumen

 

Historia Corta - Palabras diferentes pero con un mismo significado, iniciando una nueva amistad

Estábamos ahí los dos, una habitación desnuda. Sabíamos que el propósito por el que nos encontrábamos en el lugar era simple. Si hace unos meses me hubieran planteado la idea de un encierro con lo desconocido, me hubiera burlado de ello. Nuestras lenguas, físico, pensamiento y estatus eran muy diferentes, aunque nuestra situación era la misma. Primero llegué yo, estaba disfrutando de los jardines cuando todo se torno oscuro, al poder observar lo que había en mi alrededor solo encontré una habitación, grité todo lo que pude, sin embargo, nadie llegó a mi ayuda. Las comidas eran escasas y la higiene era casi nula. Los días pasaron, pero nada cambio, parecía que me encontraba en la oscuridad completa y una soledad que me consumía lentamente. Un día llegó él, su vestimenta era diferente, aunque sus rasgos distintivos lo hacían muy atractivo. A juzgar por las pocas joyas que le permitieron quedarse, su estatus social era alto. La habitación se volvió una cárcel callada, a pesar de mi nueva compañía, el silencio reinaba. En un principio tratamos de comunicarnos, pero fue inútil ninguno comprendía lo que decía el otro. 

Unas bombas interrumpieron nuestro pequeño lugar, estábamos aturdidos, un golpe fue suficiente para que los dos quedáramos inconscientes. Despertamos en un lugar en ruinas, nos miramos, aunque ninguno entendía a palabras lo que quería decir, nuestros ojos comunicaron nuestros deseos. Ambos caminamos en busca de una ayuda, cuerpos colocados de diferente manera, estaban sin vida y sus rostros mostraba su desesperación por seguir viviendo. Agarrados de la mano, observamos aquel pueblo lleno de vida, convertido en fantasma. Lamentablemente ninguno de los dos conoció ese lugar en su esplendor. Unos aviones nos recordaron que nuestras vidas prendían de un hilo. Corrimos hasta un edificio en ruinas y esperamos a que las bombas cedieran. Mi acompañante miraba al cielo, comenzó a decir palabras cuyo significado no sabía, pero sus ojos mostraban el odio guardado en él. Al igual que él yo sentía un odio a esas personas, durante años la guerra entre etnias a traído ese tipo de pensamientos, aún mantenía la esperanza de que nuestro lado, el bueno, ganará. La noche la pasamos en el exterior, nos dormimos alrededor de la fogata, aunque nadie estaba cerca de nosotros, sentíamos que alguien nos acechaba. Despertamos con una serpiente atravesando nuestros pequeños cuerpos, el impacto hizo que gritara. 

  • ¡Auxilio! -dije a todo pulmón- Esa serpiente me va a comer. 

Mi compañero se levantó de golpe, con su dedo me señaló que guardara silencio. La serpiente era muy grande, pero finalmente se fue y nos dejó solos. Estaba aliviada de todavía permanecer viva, sin embargo, un recordatorio llegó a mi cabeza, esa serpiente era uno de nuestros mínimos problemas, nos encontrábamos en un lugar desértico, el agua y comida no podría ser conseguida tan fácilmente en ese ambiente. Caminamos hasta donde nuestras piernas resistieron, estábamos sedientos, mi compañero desapareció unos instantes, cuando regreso tomo mi mano, me guío hasta unas rocas, un pequeño agujero dejo ver agua en su interior, corrí hacia él y sacié mi sed. Los dos nos sonreímos y agradecí a Dios que no me despojaron de mi recipiente para guardar líquidos, extraje agua para el camino. Aún nos faltaba mucho, ninguno de los dos sabía dónde nos encontrábamos y mucho menos si saldríamos vivos de ese lugar. Sin darme cuenta estábamos en un espacio boscoso, el cambio de ambiente me sorprendió bastante. Teníamos hambre, comencé a realizar una lanza con un palo, talle por varios minutos, hasta que una punta se formó. Había aprendido a cazar gracias a mí hermano, aunque era una niña, él pensó que sería útil saber conseguir tu propia comida. Aquella velada fue exitosa había casado varios conejos para alimentarnos. Mi compañero ya tenia la fogata lista, mientras esperábamos unos aviones pasaron encima de nuestras cabezas. Hice un gesto de preguntándome quién sería. Él dibujo en el suelo la bandera de mi país, seguido de eso un cráneo y unas espadas. Su mirada mostraba el odio que le tenía a mi país. Señalé con una equis todos sus dibujos y volví hacer el gesto de quién era, pero ahora señalando a él. Mi compañero dibujo su bandera y comprendí que estaba cara a cara con el peor enemigo de mi país. Aquella noche ambos nos dormimos más separados, entendimos sin decir una palabra, que nuestro destino era el odio. 

A la mañana siguiente emprendimos nuestro viaje, a pesar de ser enemigos sabíamos que no sobreviviríamos si nos separábamos, los días transcurrieron, pero los dos manteníamos la distancia. Mientras buscábamos un lugar donde dormir unos hombres nos interceptaron, despojaron a mi compañero de las pocas joyas que le quedaban e internaron abusar de mí, pero él me salvó diciendo algo en su dialecto. Los hombres huyeron del lugar y él me consoló de tal acto tan cruel que puede ser para una mujer. Estábamos en silencio los dos, observando las brasas de la fogata, cada uno inmerso en sus pensamientos. Yo estaba tratando de asimilar lo ocurrido, deseaba tanto que matarán a esos hombres, ojalá la guerra terminará para que personas como ellos no hicieran eso con las mujeres, odie tanto el país de mi acompañante. Parecía que había leído mis pensamientos, él comenzó a dibujar ambas banderas, señaló el lugar donde habían querido abusar de mí, luego miro mi bandera y después la de él, entendí con aquellos gestos que mi país hizo lo mismo. Dibujo una corona y se señaló, yo también hice lo mismo, al fin revelábamos nuestra identidad. Ambos reinábamos en nuestros países, era irónico que miembros de realeza se encontraran en esa situación, aunque ocupamos grandes cargos en la política, ese título no nos servía en lo absoluto. Comencé a mirar las estrellas y decía sus nombres en mi lengua y él la decía en la suya. Los días continuaron y finalmente nuestros caminos se separaron al ver a los lejos las respectivas bases militares de nuestros países, ambos lloramos porque no queríamos decir adiós, pero fue así. Al presentarme a mi base militar, varios soldados apuntaron sus armas. 

  • ¿Quién es usted? 

  • La princesa de este país. 

Los soldados me miraron sin creerme en absoluto, en el cuartel arribo mi hermano y me abrazo al verme, no pude evitar romper en llanto, los últimos días fueron una tortura para mí y mi nuevo amigo. Regresé a mi casa, estando en mi habitación llena de lujos comencé a pensar en toda la gente que sufrió perdidas, hambre, abuso y muertes de miembros de su familia. Le pareció muy cruel todo eso. Ella misma había sufrido en carne propia las maldades de la guerra. Entendió que en esos momentos que la guerra solo ocasionaba un dolor del cual es difícil deshacer, es cierto que los líderes de ambos bandos se justifican en un discurso y se lamentan de las cifras, realmente no saben lo que es vivir una guerra. Los pensamientos, las costumbres y las diferencias físicas son simples motivos para comenzar un conflicto. Ambos bandos dicen ser los buenos, aunque ninguno de ellos lo es, está claro que buscan cambiar el mundo, pero a costa del sufrir del pueblo. La princesa decidió hablar con los políticos de su país y su amigo hizo lo mismo, de esa manera una guerra sin fin termino. Sin importar de dónde provengas las personas tienen que aprender a respetar sus diferencias, porque este mundo se desarrolla de forma diferente. Al igual que estos amigos debemos tomar su ejemplo y dejar de criticar a las personas por su cultura y diferencia étnica, porque todos somos de una misma raza.

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