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Déjame envolverte entre mis letras y guardarte entre mis versos,
Que no puedo escribirte, no deseo olvidarte y cuando te pienso veo amor y no puedo sentirlo, déjame entonces amarte y déjame entonces encontrar en ti lo que no he encontrado en nadie más.
Pero que estoy sintiendo por unos ojos que dicen que me aman y no me miran.
Si soy tan insignificante como para que no me mires cada vez que te quedes sin algo que decir, entonces no deberías tomarme de la mano cada vez que tengas frío.
Debería ser culpable por pensar todo el tiempo en ti, porque cada uno de mis versos habla sobre las imperfecciones de tu piel y mis letras envuelven el poder de tus palabras, y no te escucho llamarme.
Me enamoré de un amor que no existe, quizá de la manera en la que quisiera que me miraras y de las palabras que anhelé que me dijeras, de los poemas que ingenua creí que me escribías y de las canciones que esperé me dedicaras.
Cómo te olvido, si cada letra grita tu nombre.
Lo que, de hecho, significa que puedo seguir soñando contigo.
Aun cuando me has dicho adiós, besaste con tu olvido la comisura de mis labios, dejándome con ganas de más...de más olvido, que es lo único que me das.
Entonces dijiste que podía yo verte andar y de su mano caminar, porque los días que pensé en ti, tú pensaste en ella.
Pero, que ha sucedido entonces, ¿tan indeciso estás?, que cuando te he dicho adiós me has tomado la palabra, y me buscaste en otros ojos, y me hablaste en otras lenguas.
¿Qué quieres entonces si no es a mí?
Tan egoísta soy, que hoy yo te digo adiós y cambio mis letras.
Y que me olvides, que ya te he olvidado yo.
Si tu nombre no se marcha de mi piel, cómo borro el deseo de tus labios.
Enséñame a olvidarte, enséñame a decirte adiós, que te tomó una noche olvidarte de mi nombre.
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