Estábamos ahí los dos, una habitación desnuda. Sabíamos que el propósito por el que nos encontrábamos en el lugar era simple. Si hace unos meses me hubieran planteado la idea de un encierro con lo desconocido, me hubiera burlado de ello. Nuestras lenguas, físico, pensamiento y estatus eran muy diferentes, aunque nuestra situación era la misma. Primero llegué yo, estaba disfrutando de los jardines cuando todo se torno oscuro, al poder observar lo que había en mi alrededor solo encontré una habitación, grité todo lo que pude, sin embargo, nadie llegó a mi ayuda. Las comidas eran escasas y la higiene era casi nula. Los días pasaron, pero nada cambio, parecía que me encontraba en la oscuridad completa y una soledad que me consumía lentamente. Un día llegó él, su vestimenta era diferente, aunque sus rasgos distintivos lo hacían muy atractivo. A juzgar por las pocas joyas que le permitieron quedarse, su estatus social era alto. La habitación se volvió una cárcel callada, a pesar de mi nueva
La piedra: Alarido de la noche. Una voz desgarra por dentro mi garganta. Mi voz, extraña, venida de la sangre: Latido convulso. Una paz desencajada, violenta. Me desconozco frente al espejo y a todas las cosas pero esta materia es parte de mi ser, he dejado de ser para ser mundo. Todo el tiempo; el tiempo: Esta saliva que brota y escurre como un delirio recalcitrante. La bestia llama de muy lejos y convoca a todas las bestias. Dentro de mí el animal que despertó al cruzar el puente después del viaje reclama al unísono mi alma, mi alarido. Lo inexorable rompió el día a la mitad y el fruto fue la noche. Sobre mi cabeza el árbol perverso sustrajo de mis venas mil vidas, la luz vino después con la fuerza esplendida de lo temerario y tras un día de girar sobre mi cuerpo la palabra floreció sobre mi diafragma. *** Espero… Pero mis dedos accidentados convierten el polvo en pelusa. Intento tomar la pluma, pero el desgano de los objetos sobre la mesa me muestr