Estábamos ahí los dos, una habitación desnuda. Sabíamos que el propósito por el que nos encontrábamos en el lugar era simple. Si hace unos meses me hubieran planteado la idea de un encierro con lo desconocido, me hubiera burlado de ello. Nuestras lenguas, físico, pensamiento y estatus eran muy diferentes, aunque nuestra situación era la misma. Primero llegué yo, estaba disfrutando de los jardines cuando todo se torno oscuro, al poder observar lo que había en mi alrededor solo encontré una habitación, grité todo lo que pude, sin embargo, nadie llegó a mi ayuda. Las comidas eran escasas y la higiene era casi nula. Los días pasaron, pero nada cambio, parecía que me encontraba en la oscuridad completa y una soledad que me consumía lentamente. Un día llegó él, su vestimenta era diferente, aunque sus rasgos distintivos lo hacían muy atractivo. A juzgar por las pocas joyas que le permitieron quedarse, su estatus social era alto. La habitación se volvió una cárcel callada, a pesar de mi nueva
No me
siento yo mismo,
Tomo
asiento para correr de mi realidad,
Pero,
me envuelve el egoísmo.
Me
come, traga y escupe.
Siento
que ya no existo.
Por
un minuto más,
Respiro
sin quererlo lograr,
Continuando
este vicio maldito.
Siento
que ya no existo.
Ahogado
en un reflejo vacío,
Pierdo
la voluntad de no estar
Y
renazco en repetitividad,
Como
el ave al fuego.
Siento
que ya no existo.
Intento
combatir mi ira incontenible
Contra
nadie.
A
ciegas y en silencio.
Sólo
para darme cuenta de que pierdo.
Siento
que ya no existo.
Como
un parpadeo efímero,
Dejo
de ser yo,
Soy
él.
Arrastrándome
el orgullo,
Mi
mente saboteada,
Sólo
puede con uno a la vez.
¡Y
siento que ya no existo!
Ropa
sucia arrojada en un rincón,
Espectador
esclavizado,
Muero
en mi agonía infinita,
Para
levantar mi cadáver
Al
siguiente amanecer.
Comments
Post a Comment