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El rostro que fui
Nota Editorial: Debido al tamaño de la obra esta se presentará en
dos números, la segunda parte se encuentra en esta numero, la primera se
encuentra en el número dos del año uno.
Reencuentro:
La
semana pasó y Felici se recuperó, comenzó a trabajar mediodía cubriendo un
compañero, pero eso era más que suficiente por ahora, después de todo, más no
podía esperar, ya habían pasado tres meses de la operación y su recuperación
había sido milagrosa. Apenas salió, tenía que ver a Marion, algo tendría que
ocurrirsele, de modo que pasaría por la casa como visitador médico anunciando nuevos
productos, enfoques y tecnologías de la medicina. Se puso su mejor ropa y fue
directo a su encuentro. En aquel entonces ya no tenía mucho que pensar, además
de obviamente ropa nueva tener que comprar, ahora tenía muy pocas cosas porque
todo lo había donado, le quedaban pocas pertenencias. Terminaba de cambiarse y
se acercaba su cometido, ahora tenía el cabello como la bella durmiente, sus
ojos sentía como si fuera que por primera vez se iluminaban. Y se marchó de
allí decidida. Tenía puesto un vestido celeste con una chaqueta blanca y sus
sencillos zapatos, fue hasta allí con el carro que Peling le había prestado;
bajó y el momento había llegado.
-Buenos
días, dijo tocando la puerta, y al volver a ver a Marion su pulso se aceleró,
solo quería abrazarlo y besarlo.
Él
se veía devastado, moribundo, triste. Ella le preguntó si se encontraba bien,
él le dijo que sí, mirándola a los ojos, y en cuanto la vio, algo dentro se
encendió. Observó sus ojos y sintió ver a Felici de nuevo, es como si a través
de su mirada pudiera recuperar los ojos de su verdadera, única y auténtica
amada. Él le preguntó (refiriéndose a ella como “señorita” si le pasaba algo
en el cuello o en su mano debido al abundante calor que hacia y ella
encontrarse cubierta). Ella le dijo que lo de las manos era por moda y que el
cuello se lo había lastimado de pequeña y siempre lo cubría, finalmente
terminaron hablando de cualquier otra cosa, menos de medicina, él le invitó un
café y ella aceptó; se verían al día siguiente, ella feliz se encontraba.
Marion fue quien sintió romper su propio corazón, extrañaba a Felici, la
amaba, ni siquiera le había preguntado el nombre a la muchacha, aunque no
podía negar que era muy hermosa, y él necesitaba distraerse, pero Felici era
quien a Marion le arrebataba cada noche el sueño. Su alma vivía solo para
ella, por y para su recuerdo, estaba claro que él aún la amaba, aún ella
seguía siendo como su propia vida…
Capítulo 9:
Tu
mirada habla lo que no debe:
La
siguiente tarde se encontraron a tomar un café, las dudas inundaban a Marion,
pero de todos modos iría donde prometió. Se juró así misma ponerse hermosa y
evadir todo sentimiento de tristeza y culpa. En aquel instante se arregló
muchísimo, se maquilló luego de mucho tiempo, se puso sus guantes de
terciopelo, su cuello negró y salió a su encuentro. Ella lo sitó en el Mouling
Rouge a ver las maravillas de Tolouse Lautreque y le dijo que allí le diría su
nombre. Él llegó y ella tan solo le dijo “Angelique”, dándole la mano con sus
guantes. Él se quedó asombrado ante el lugar que eligió y le recordó mucho a
Felici, lo que lo alegró y entristeció. La charla se fue poniendo buena luego
de un rato, y sonrió como hace tiempo no lo hacía. Además verla sonreír a ella
era algo que también le agradaba, podía ver en sus pómulos la sonrisa de
Felici, todo en Angelique le recordaba a ella. Se quedó aún más asombrado
cuando le dijo que era médica, aunque por supuesto no le dijo que era una
médica cirujana plástica, sino una médica clínica, para que no fuera demasiado
similar, y tuvo que inventar toda una historia a continuación, dijo que sus
padres habían muerto y que no tenía familia, pero que vivía sola en una cabaña,
que de pequeña había vivido con sus tías, Marion la miraba asombrado y casi no
decía palabra. Luego les tomaron el pedido, Felici (Angelique) pidió un café
fuerte y un crosaint, Marion recordó por la comida a Felici, ella hubiera
pedido lo mismo y otra vez ella se escubulló entre sus recuerdos. Hasta que
finalmente abrió la boca y de Felici habló. Ella quedó paralizada, no esperaba
eso. Él dijo que para volver a ser feliz solo le faltaba una mirada de ella,
aunque jamás la volviera a encontrar en su camino, ni volvería a verla, ni
volvería a tenerla, dijo que tan solo quisiera poder sentir su fuerza a través
de la expresión de su rostro, que pudiera sentir un segundo su luz, su calor a
lo lejos… algo que la llamara a lo lejos, algo que lo hiciera volar y sentirse
en el paraíso una vez más. Para que se dejara amar tan solo un instante más,
estar juntos en la eternidad de un pensamiento, aunque a pesar de todo había
sido ella la que destruyó su matrimonio, él contó que ella no volvió a
insistir y se fue sin si quiera decirle que había firmado los papeles de
divorcio, sino que de un día para otro lo hizo y se desapareció de su vida,
pero que a pesar de todo él si la quería. Que su amor había sido el don más
grande que la vida le dio, que cuando veía las estrellas del firmamento solo
pensaba en ella: Felici tan solo concluyó... Al escuchar esto ella comenzó a
llorar y dijo que tenía que irse, la duda de su transformación carcomía su
mente, Marion quedó apenado…
Capítulo 10:
Aromas
que delatan:
Al
día siguiente Marion fue a buscar a Felici, o mejor dicho, a Angelique, se
apareció en la cabaña el domingo por la mañana, solo Peling y Marion sabían
donde estaban, así que sabía que era uno de ellos. Lo vio y le dio un vuelco
el corazón, sus miradas se cruzaron con fascinación y de vuelta volvió a
sentir como si la mirara a ella, pero esta vez decidiría evadir sus
sentimientos. La invitó a cenar, le prometió que todo cambiaría y le pidió una
disculpa. Felici claro que aceptó, si de todos modos estaba ilusionada y eso
fue lo que le dijo, que se puso así al escuchar la forma en la que hablaba de
quien había sido su mujer, que era todo un caballero y eso la había atrapado,
tan simple y sencillo como eso, sin muchos rodeos… Pero ya no fueron una
noche, sino dos, sino tres, a él comenzó a gustarle mucho, y todo el tiempo
veía el erbor de la piel de Felici en los destellos de la sombra de la luz de
Angelique. Tres meses más pasaron, y Marion decidió llevarla a conocer a sus
amigos Edward y Marlin. Esa noche irían a cenar con ellos, aún podía recordar
la última vez que los había visto y el desprecio en los ojos de su amiga…
Felici llegó por cuenta propia en el carro que acababa de comprarse, era
hermoso y rojo, como a ella le gustaba, esa noche estrenaría su vestido de
Cocott Channel; la recibieron extrañados, en ningún momento hubieran visto que
Marion estuviese mejor. Felici entró y se sintió sumamente incómoda, se
presentó como Angelique y dijo que había llevado un vino para festejar, él no
la presentó de ningún modo formal, pero se sabía que había algo entre ellos,
de repente Marlin le preguntó a Felici (Angelique), por su fragancia. Esto le
incomodó y recordó el momento en su cabeza. Hacia un año atrás habían ido a
comprar el perfume juntas a la tienda, finalmente le dijo que era el único que
siempre usaba. En aquella molecula de tiempo, Marlin observó los ojos de
Felici y fue como si lo supiera pero no dijo una sola palabra en toda la cena…
Al Marion escuchar esto se fue al baño e irrumpió en llanto, aún extrañaba
tanto a Felici, que por eso no había podido todavía si quiera tocarla, y cada
vez que la besaba en ella pensaba, en sus besos tan dulces, tan suaves, tan
pasionales, aún la amaba a pesar de los seis meses, de eso no había duda, no
había mujer en el mundo que pudiera hacer olvidar el mágico y único amor
inigualable de Felici…
Capítulo 11:
Felici
y Angelique; la potencia del amor:
Felici
no había quedado nada conforme con la otra noche, todo había sido un desastre,
apenas y habían comido. La cena había resultado una catástrofe, notó que
Marion no había salido del baño en mucho tiempo y apenas había probado su
cena, ninguno de ellos cuatro, y la charla en la mesa no resultó tan
favorable. Nada había salido bien, pero se moría de amor al saber que él seguía
pensando en ella, en su verdadero ser, porque no había matado a Felici, ella
era Felici y lo sería siempre, hasta su último respiro, hasta su último
suspiro, siempre sería Felici. Después de todo, Felici era quien había
conocido a Marion, quien se había casado con él, quien le había dado parte de
su vida, Angelique era solo un invento, el rostro bonito de un recuerdo. Pero
Felici era la chispa de vida, el aliento, la verdadera felicidad, la real
fantasia, la que le había dado vida a su amor en la Universidad, la que había
pasado la carrera con él, la que todas noches a su lado había dormido, la que
le había hecho el amor y robado su corazón, la que siempre podía devolverle la
sonrisa, la que en él hacia que siempre vuelva a confiar, con la que platicaba
y reía todos los días, con la que podía charlar por horas sin aburrirse, con
la que se regocijaba cuando cerca tenía. Así era con ella, con Felici, solo
con ella, porque Angelique era solo un invento de ese amor, una farsa, una
mentira, pura irrealidad. En cambio con Felici no, solo que él no sabía que
era Felici, su Felici, de ser así seguro que tampoco estaría con ella y jamás
hubiera conocido a Angelique a no ser por Felici, la única, la auténtica, la
verdadera, su amada, el puro y mágico amor de su vida. Felici, eso era. Seguía
siendo su primer y único pensamiento en la mañana, cuando despertaba, y en la
noche cuando soñaba. No cabía duda, ella aún era muy importante, muy especial,
que recordar su persona le era lo más gratificante… pero también Marion sabía
que de un modo u otro ella no existía más, que su sombra se había esfumado
como un pincel que se evapora y se gasta en el agua, que sino fuera por
Angelique; todo estaría perdido.
Capítulo 12:
Similitudes:
En
la mañana Marion fue a buscar Felici, o en mejores términos (a Angelique), al
trabajo, y desde fuera le llamó la atención ver la buena relación que tenía
con Peling, el “famoso” médico y profesor que Felici admiraba tanto. Se quedó
anonadado, no podía imaginar como eso había pasado. Entró al hospital y pidió
conversar con Peling, lo esperaría en su oficina. Cuando Peling entró se quedó
helado, le preguntó unicamente que se le ofrecía, y Marion le preguntó por
Felici, Peling le dijo que hacia tiempo no sabía de ella. Marion se quedó descolocado
ante la respuesta del doctor y le preguntó que era lo que quería de Angelique.
El médico le respondió lo justo y necesario; que era una nueva médica que
venía de lejos y ya, que por qué preguntaba, y Marion le dijo que por nada,
pero antes de irse le hizo una pregunta un tanto incómoda…
-Profesor,
antes quisiera hacerle una pregunta, le dijo Marion.
-No
hay problema muchacho, le respondió.
-¿Ha
notado el parecido entre ambas?, le preguntó.
-Mucha
gente se parece, y no, no lo he notado, le dijo el doctor, sin si quiera poder
mirarlo a los ojos.
-Esta
bien, dijo Marion, y se marchó.
-¿Qué
haces aquí, cariño?, le preguntó de pronto Felici, desde los ojos de
Angelique.
-Pasé
a buscarte como me pediste, respondió él.
-Pero
acabas de salir del despacho del doctor, ¿por qué?, le preguntó.
-Le
pregunté por ti, me llamó la atención la forma como se trataban después de que
él haya sido tan amigo de mi esposa, y también le pregunté por ella, porque es
como si se la hubiera tragado la tierra, concluyó.
-¿Y
que hacías viendome con Peling?, dijo, arqueando la ceja.
-Pasaba
y los vi por la ventana del edificio, nada más, no sé porque te molestas
tanto, sentenció.
-Tienes
razón, no le pensé, disculpa, vamos a almorzar, le pidió.
Duirante
el almuerzo Angelique guardó silencio y en los momentos que Marion le preguntó
ella solo dijo que estaba estresada por los pacientes, y luego de la comida se
marchó a seguir con su labor.
Sin
pensarlo dos veces se acercó adonde Peling y le preguntó que hacia hablando
con Marion; él solo le respondió que Marion le había preguntado por el
parecido entre las dos…
Capítulo 13:
El
paraíso se destiñe:
-Te
he notado extraña últimamente, le dijo Marion.
-Muchas
preguntas rondan en mi cabeza, eso es todo, le respondió.
-¿Qué
preguntas?, le preguntó, acercandose a su mano.
Pero
ella se alejó.
-¿Qué
ocurre?, la interrogó él.
-¿Por
qué no dejabas trabajar tu esposa?, soltó.
-¿Por
qué me preguntas sobre ella?, chilló enfurecido.
-¿Por
qué te pones así?, le preguntó, devastada.
-¿Sabes
qué?, largo de mi casa, le dijo él.
Y
ella se fue sin pensarlo.
Después
de todo, tal vez no tendría que haberle preguntado nada, y dejar las cosas
como estaban, le dio mucha ira pensar en todo lo que había pasado, que ella no
había podido trabajar y que como Angelique si podía hacerlo y hasta la fuera a
buscar a su trabajo, siempre había querido eso, algo tan simple y sencillo
como eso, y era muy cierto, porque ella siendo su esposa, en años no había
podido disfrutar de cumplir sus metas, él le decía que sentía que así la
perdería, pero no sabía si era que se ponía así porque le daba igual perder a
Angelique, o si era así porque le gustaba que ella tuviera su libertad, como
sea, quería recuperar a Marion, no podía quejarse por los modos, pero ahora lo
pensaba y sentía que se moría por su amor. Después de todo, estaba celosa de
ella misma, era desgarrador, cada vez que lo hacía pensando que era Angelique,
jamás Felici, y eso era muy duro para ella, recordar cada momento de su amor,
y tener que guardarselo en un rincón profundo de su corazón, sin poder
exteriorizarlo con nadie, con la única persona que verdaderamente amaba, con
el único hombre del que había estado realmente enamorada, con el alma, con la
vida, con sus entrañas, el corazón a otro jamás le había entregado, si emociones,
si sentimientos, pequeñas fracciones de amor que no se comparaban con lo que
había sentido y sentía por Marion. Después de lo que pasó, no sabía si iba a
volver a verlo o no, probablemente ya no, él estaba muy enojado y sabía lo que
con eso pasaba, después de todo ella sabía que las cosas no volverían a ser
como antes…
Capítulo 14:
No
te vayas:
Angelique
amaneció internada, no entendía que hacia allí y se encontró con Peling, quien
la miraba y podía sentir un gran dejo de tristeza en su voz, al repetir solo
su nombre, pero el verdadero; “Felici”.
-¿Qué?,
¿qué me paso?, dijo casi sin voz.
-¿No
lo recuerdas?, le preguntó.
Pero
ella ni siquiera pudo responder, solo pensó y se acordó del instante en el que
todo sucedió. Comenzó a agarrar su cabeza y se tumbó al suelo, le salía espuma
por la boca, la ardían sus costados y sentía su cuerpo no poder contenerse,
sintió la fragilidad dentro de ella, en su ser, en sus entrañas, es como si
hubiera perdido su fortaleza y todo le diera vueltas, el mundo ya no era el
mismo, ni las cosas iguales, hacia tiempo, hacia mucho tiempo, un tiempo que
la consumía en cada segundo del reloj. Y el segundero parecía cada vez avanzar
más, con más fuerza, con toda su potencia, matando cada gota de luz, cada
esencia del resquicio que de Felici quedaba. Sentía que se estaba perdiendo,
que Felici se estaba desapareciendo, que Angelique tan solo era una máscara
que se quería sacar, que robaba y mataba su esencia, sentía ahora que sus días
estaban contados, que su suerte le había sido robada, que su mirada no era la
de ella, que la quería recuperar, que sus ojos no reflejaban vida ya, que la
única vez que se había sentido viva realmente había sido cuando Felici no era
nadie más que ella misma, cuando era simple y sencillamente su persona, nada y
nadie más. Que había desaparecido, como si su cuerpo se hubiera vuelto
cenizas, como si se hubiera prendido fuego y no hubiera quedado nada, porque
nada era como se veía y se sentía. Marion estaba allí, ella era como si todo
lo pensaba, pero era como sino pudiera respirar, eso podía sentir ahora. En
sus ojos volvió a ver a Felici por más que no los pudiera abrir, y solo le
salió decir: “por favor, no te vayas”.
Capítulo 15:
El
rostro que soy:
Felici
abrió los ojos al ver que Marion era quien estaba allí con ella; lo que tenía
era una embolía cerebral, escuchó como Peling se lo acababa de decir. Ella
cada vez se ahogaba más en sus recuerdos, sentía sus faltas, sus errores, sus
deslealtades, sus desdichas, sus pecados, sus errores, su materialidad, era
como si se estuviera dejando morir, poco a poco sentía los latidos de su
corazón acelerarse de a ratos muy fuerte. Cuando él estuvo a punto de irse
ella le dijo: “recuerdo lo que me dijiste una de las últimas veces; que tenías
mucho miedo de volver a tratarte mal por tus enojos, que cada vez que
recuerdas lo mal que me habías descuidado te ponías muy mal, que no estabas
estable emocionalmente, que hay días en los que me extrañabas y otros en los
que pensabas que así estaba mucho mejor, mejorando cosas, mucho más que
estando a tu lado, que no lo permitías sin darte cuenta, que querías que
estuviera bien, y que tú también querías estarlo, que te mataba la duda de
haberme descuidado tanto, que te era difícil despertarte sabiendo que eras el
único responsable de todo lo que pasaba, que me pedías perdón por en ese
momento no poder darme todo lo que antes sí, dijiste que habías dejado de
darmelo por tonto, que esperabas que pudiera entenderte, aunque no tenía
ninguna obligación”. Y Marion se quedó anonadado, casí se cayó de haber
escuchado eso, fue corriendo con Peling, y él le dijo la verdad, que Angelique
era Felici… Marion se quedó tapándose la boca, tendido en el suelo, sin poderselo
creer, no pudo contar las lágrimas y la fue a ver, le rogó, le suplicó que no
fuera cierto; ella sacó su anillo del bolsillo y ya no quedó ninguna duda. Él
se abalanzó sobre ella, lloró profundamente y la abrazó con fuerza, las
lágrimas salían como una intensidad imposible de creer; todo lo que él le dijo
fue: “Te amo Felici, por favor quédate”. Pero el corazón de ella dejó de
latir…
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