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RESUMEN: Una mujer tiene el
encuentro más importante y significativo de su vida; es cuando la oscuridad
envuelve su vida que recupera la fe y cree en lo divino que lleva por nombre
Dios.
Hace
unos años atrás conocí a una mujer que cometió la peor blasfemia, renegar de
Dios. Su soberbia era a tal grado que llegó a ponerle un ultimátum. Que se
hiciera presente, fueron sus palabras lanzadas al cielo en un desgarrador
grito; que calmara la tormenta que vivía en su ser y le diera esa paz tan
anhelada por su alma. Alzó la vista y, con voz sarcástica y altanera le ordenó
que se manifestara, que se hiciera presente pues sólo así podría creer en él.
Día
tras día buscando y encontrando, tomando y soltando, llorando y riendo pasaba
el tiempo; los días, los meses y los años eran estériles, estaba vacía. Más un
día entre la oscuridad de la noche vino hacia ella uno de tus enviados o
parecía serlo pues así como vino se fue. Algo le decía que tenía que buscarlo;
así pasaron tres años sin saber de él, cada posibilidad se convertía en una
falsa identidad. De pronto un día el teléfono sonó y una voz desconocida que
le parecía extrañamente familiar le dijo en un susurro, me invitas un café
ando cerca de donde vives. A pesar del miedo le contesto que ya lo veía venir.
Increíble
fue escuchar de su boca las palabras por tanto tiempo esperadas; tengo un
regalo para ti me mandaron dártelo, quiero que sepas que estoy contigo, que
tengo que cumplir una misión que a bien aún no alcanzo a entender la iré
descubriendo junto contigo. El cuerpo de la mujer quedó flácido como un trapo,
las lágrimas que rodaban por sus mejillas le quemaban la piel. Le dijo que su
corazón sufría y no sabía cómo hacerlo feliz, que vivía atormentada; se abrazó
muy fuerte a su pecho tanto que parecía lo ahogaría, poco a poco él la rodeo
con su brazos; empezó a sentir que todo estaba bien, que podía confiar.
Ese
día un abrazo le regresó la fe a una mujer, siempre te estaré agradecida,
siempre en deuda contigo estaré, siempre te amaré hombre divino; con tu abrazo
consolaste mi corazón, sanaste mi alma con tus palabras que jamás olvidaré:
“No estoy aquí para entenderte, estoy aquí para amarte”.
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