Estábamos ahí los dos, una habitación desnuda. Sabíamos que el propósito por el que nos encontrábamos en el lugar era simple. Si hace unos meses me hubieran planteado la idea de un encierro con lo desconocido, me hubiera burlado de ello. Nuestras lenguas, físico, pensamiento y estatus eran muy diferentes, aunque nuestra situación era la misma. Primero llegué yo, estaba disfrutando de los jardines cuando todo se torno oscuro, al poder observar lo que había en mi alrededor solo encontré una habitación, grité todo lo que pude, sin embargo, nadie llegó a mi ayuda. Las comidas eran escasas y la higiene era casi nula. Los días pasaron, pero nada cambio, parecía que me encontraba en la oscuridad completa y una soledad que me consumía lentamente. Un día llegó él, su vestimenta era diferente, aunque sus rasgos distintivos lo hacían muy atractivo. A juzgar por las pocas joyas que le permitieron quedarse, su estatus social era alto. La habitación se volvió una cárcel callada, a pesar de mi nueva
No me preguntes de
donde vengo, y mucho menos a donde voy
El espejo me reclama
desfigurada
Me palpa cadáver de
gangrena
Los cuencos en donde figuraba
el alma se postra fuegos fatuos
Donde canta en el dia
un dragón, y cada noche muere
Renace un clavel de
montaña danzando crucificada en la pira
Venas como corset
vesánico
Socorren el mundo que
se esfumó en el alba
Demonios rezan en mi
nombre
Y los dioses abjuran en
mi epitafio
Ese eco, en cada paso
del tiempo, retumba protervo
El suicidio aulla
Licor en dolor bañan en
el mar muerto
La mano sarmentosa en
carroña poseída
Es tarántula colérica
tejiendo gritos
La luz se oxida,
oscuridad germina en sudario de soledad
-Lo sacrílego es
ambrosía del pecado
la sangre como fruto
del deseo profano
Admirame poseída
Mientras la muerte
suplica el vacío eterno.
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