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Convocatoria séptimo volumen

 

Historia Corta - La chica de la estación de trenes

Aquella era una chica fantástica, era tan agradable a la vista, como si miraras un atardecer eterno, sus ojos infinitos te invitaban a ver las estrellas reflejadas en ellos pero si algo te deslumbraba era su sonrisa, la cual te contagiaba como la alegría del primer beso.

La chica de la estación de tren, vivía sus días trabajando por las tardes, cuidando de la gente en la estación los ayudaba cuando estaban perdidos o les decía la hora a los despistados, era en definitiva un ángel del servicio al cliente. Pero también tenia sentía un poco de soledad. La gente que bajaba del tren iba toda presurosa y la que subía solo tenia ojos para sus celulares. Y así sus días pasaban como las gotas en un día lluvioso. Hasta que conoció a un maquinista, aquellos hombres que manejan los trenes. Era muy guapo y a la distancia se veía tan agradable, la chica quedo encantada con la fugaz presencia de aquel hombre, ya que solo podía verlo cuando el tren dejaba pasajeros. Se intercambiaban miradas que decían mil palabras, por lo menos la mirada de ella de verdad cantaba a todo pulmón lo que sentía y cuando debía marchar el tren, le daba la señal con la mano como si una princesa de estuviera despidiendo de la muchedumbre.

Pero a nuestra chica le faltaba el valor para dar el siguiente paso, en lo que llevaba trabajando en la estación nunca le había dirigido la palabra a su romeo de las vías,

Pero ella se conformaba con solo mirarlo a través de la ventana de la locomotora del tren.

Hasta que un día pasó algo diferente, en la estación apareció esperando el tren con dirección al sur, un chico que bestia de negro, polera, zapatillas y pantalones todo a juego con el color de la noche, hasta su pelo daba indicios de que lo coloraba del negro color. Tenía una mirada juguetona como la de los niños pequeños y sus ojos brillaban en una inteligencia que parecía de una persona muy vieja, aunque no pasaba de los veinticinco años. Este chico paseaba entre la línea amarilla que separa el anden de las vías. La chica de la estación de trenes le dijo amablemente

-detrás de la línea amarilla, por favor-

El chico la miro con un tono de broma en sus pupilas.

-tranquila no quiero conocer como son por debajo los trenes, dicen que son horribles-

La chica esbozó una tierna sonrisa y comenzó a hablar con el. Conversaron de temas muy triviales, desde la gente que se lanza a las vías y uno que otro chiste. Pronto el tren que esperaba entro a la estación. El chico de negro se despidió amablemente y lo tomo aprisa, una vez dentro del vagón se despidió con la mano y una tierna sonrisa.

A la chica le agradó mucho aquel muchacho, se veía interesante y era raro encontrar gente como el en la estación. La tarde siguió en calma y aunque no vio a su Romeo de las vías  se fue a casa con el corazón tranquilo.

El tiempo paso y su romero de las vías y sus furtivas visitas le llenaban el corazón de una alegría tan sincera que le florecía la sonrisa en los labios.

Empezó a hablar mucho con le chico de negro, el pasaba por su estación solo los lunes por la tarde pero le era suficiente, encontró en el un amigo sincero y le contó lo de su romeo de las vías

-si yo fuera tu, le diría- respondió el

- claro que lo harías te creo capaz de eso y de muchas cosas mas – le dijo con un tono de burla infantil. El chico se puso a reír y le dijo:

- las impresiones que tienes de mi, pero si estas en lo correcto, yo le hago un cartel escribiendo todo lo que siento y se lo mostraría al pasar su tren y asunto resuelto- termino con un aire triunfante. Era todo un payaso pensó la chica del muchacho de negro. Pero le agradaba eso de el, hacia parecer todo tan fácil.

- bien- dijo ella

- encontrare una forma de decirle pero no tan de novela romántica como la que me dices tu-

- oh vamos le quitas la magia, seria una gran historia- le respondió el chico de negro entre cerrando los ojos al reír.

El chico tomo su tren se despido de la chica de la estación y le hizo un gesto con el dedo índice tocándose la frente en señal de que recordara lo conversado, ella le devolvió el gesto con una risa traviesa.

Pasaron las semanas, el chico de negro se presentaba mas seguido por la estación, hablaban de tantas cosas, filosofía del amor, la gente que pasaba y uno que otro personaje digno de una risa descontrolada. También tocaban el tema de su romeo de las vías el siempre le decía que se arriesgara, que el a mundo pertenecía al que se atreve, que vale mas un no dicho que una duda eterna. Siempre le daba ánimos para que viviera una vida digna de ser contada.

Y así paso el tiempo, y el gusto por aquel romeo de las vías floreció como un tímido amor, era como si le hubiera brotado una hermosa rosa en el pecho. Estaba decidida y se decía a si misma que pronto tendría el valor de confesar lo que sus ojos ya no podían callar. Su ya fiel amigo,  el chico de negro le aviva el fuego de su valor y la apoyaba con todo lo que podía.

Pero un día aquel chico de negro no apareció como solía hacer, por la estación. Y así pasaron los días y semanas y el chico no aparecía.

Y pasaron las semanas. Extrañaba a su amigo pero el amor que ya maduraba en su corazón por su romeo de las vías le dio el coraje para vivir su día a día, siempre recordaba con cariño cada frase que le decía su amigo pero una siempre le resonaba en su cabeza con mas fuerza en especial cuando ya no sentía ganas de seguir.

-si tienes un por que, siempre enconaras un como para vivir-

Esta se había vuelto su mantra y se prometió así misma que le diría sus sentimientos a su dulce romeo de las vías. Por su amigo, que tanto le animo el tiempo que compartió con el.

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