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Convocatoria séptimo volumen

 

Escrito corto - Dron

Dron

Jose Luis Pulido

Termine de comer la sopa en menos de dos minutos hirviendo, así como estaba me queme toda la boca, pero no me importo ni un poquito, no me preocupaba quemarme el hocico, me preocupaba no llegar a tiempo, que cuando saliera ya le hubieran pegado una o dos veces.

En cuanto terminé de ponerme los tenis, empecé a escuchar los gritos de mis amigos y por un momento me temblaron las manos, por un momento se me olvido como amarrarme las agujetas, miré el reloj, vi que faltaban tres minutos y me acorde otra vez de todo.

Salí corriendo y sin querer le di una patada a uno de los libros que mi hermano había dejado en el suelo cerca de la sala. Alcance a ver la cara que hizo cuando su libro voló por la sala y pensé que más tarde iba a tener que pedirle perdón muy honestamente… y que después nos íbamos a agarrar a golpes. En estos días siempre terminábamos en golpes.

Bajé corriendo las escaleras y alcancé a mis amigos corriendo en la esquina, riéndose y juntando piedras. Vi que Juan y Noel iban cargando una caja grande y amarilla, vi que la mayoría llevaba una mochila o por lo menos una bolsa que iban llenando de piedras en el camino y me enojé conmigo por siempre llegar tarde a todos lados, tener que juntar piedras con las manos, no tener donde guardarlas. Agarre tres piedras que me gustaron por estar redonditas y me acerque con los demás, quince o veinte niños todos con sus mochilas o bolsas, menos yo, por tragarme la sopa en dos minutos y salir corriendo.

-Hey Jan, no traje bolsa…

-Estas todo tonto si crees que te voy a prestar mi bolsa.

Estaba a punto de intentar quitársela a la fuerza cuando escuchamos que alguien tiro una piedra y todos nos quedamos congelados. Pero era muy pronto y todos nos reímos, todavía ni se escuchaba el sonido del dron. Pero después de eso nadie bajo la mirada del cielo y poco a poco se acercó el ruido como de un mosco gigante y poco a poco también se escuchaba el ruido que hacíamos todos al preparar las piedras.

-Ni modo, me la voy a tener que rifar.

Apreté con fuerza la piedra que tenía en la mano derecha cuando vi a Alan corriendo desde el otro lado de la calle y así, sin decir nada aventó una piedra que pasó rozando al dron. Todos empezamos a tirar piedras después de eso. Intenté cerrar un ojo para apuntar mejor, pero ninguna de las tres piedras que aventé paso cerca. Vi como todos buscaban en sus bolsas las mejores piedras y tiraban lo más fuerte y rápido que podían, pero el dron seguía avanzando, como si nada arriba de las calles de la ciudad, a tres metros de nosotros. Juan y Noel abrieron su caja y sacaron unos globos.

Vi como muchos de los adultos que se quedaban a vernos sonreían. Mi hermano me había dicho que cuando los adultos se acordaban de lo que hicieron cuando eran niños, eso se llamaba melancolía, así que supuse que sonreían por melancolía porque también me contó que, si tenían menos de 80 años, todo mundo había tirado piedras como nosotros, no importaba de que pueblo vinieran, todos tiraban piedras.




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