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Woolf y la hermenéutica en manecillas.
Resumen
Este escrito pretende entablar
una conexión entre la teoría de la recepción y la trama de la
película titulada Las
Horas dirigida por
Stephen Daldry, basada en la novela homónima de Michael Cunningham.
Nuestro enfoque está dirigido a la literatura de Virginia Woolf en
La señora Dalloway
dejando de fondo a la
obra del primer autor mencionado. Tanto la película como el libro
homónimo y la novela protagonista dentro de ella son nuestros
objetos principales. La película nos permite ser parte de lo que un
solo día en la intensa vida de las tres protagonistas trae consigo;
sentimientos, pensamientos y emociones que se mezclan y se conectan
entre el espacio-tiempo de cada una y con el pasado, entorno y
presente de las tres en conjunto. Presentamos lo que consideramos
propio de la obra La
señora Dalloway, de
la película Las Horas,
sus interconexiones y variación de contenido, para realizar un
análisis teórico donde la recepción del texto literario y sus
efectos en el lector potencial son precisamente el eje temático, el
trasfondo y el punto central de la película.
Palabras clave: Fenomenología,
Hermenéutica, Existencialismo, Teoría de la recepción, Literatura,
Virginia Wolf, La Señora Dalloway, Las Horas.
Autor: Astrid
Marlene Richter Martinez
Woolf y la hermenéutica en
manecillas.
“Tu
tía es una mujer afortunada, Angélica, porque tiene dos vidas: la
vida que vive y el libro que está escribiendo.” Las Horas, Stephen
Daldry
Este escrito pretende entablar
una conexión bastante estrecha entre la teoría de la recepción
(entendiéndola o considerándola desde diferentes ángulos) y la
trama sugerente en la película titulada Las
Horas dirigida por
Stephen Daldry, basada en la novela homónima de Michael Cunningham.
Ciertamente, nuestro enfoque estará dirigido a la literatura de
Virginia Woolf en La
señora Dalloway dejando
de fondo o de sombra a la obra del primer autor mencionado. Esto,
porque la película mantiene de principio a fin como personaje
omnipresente al libro pensado, escrito, borrado, publicado, leído, y
vivido en primera, segunda y tercera persona: “La señora
Dalloway”.
Si bien el título del presente
trabajo no muestra mucho de lo que se pretende elaborar, esto es
porque tanto la película, como el libro homónimo y la novela
protagonista dentro de ella son también objetos principales para
nuestra investigación. Dentro de la película misma, la vida o las
vivencias mostradas de cada actriz protagonista es igualmente
importante: Nicole Kidman le da vida a la talentosa escritora inglesa
Virginia Woolf, precisamente los días que escribía y pensaba la
futura publicación de su obra La
señora Dalloway en
1923, Julianne Moore interpreta a Laura Brown, una esposa embarazada,
desdichada y depresiva en los años 50, quien lee el libro y decide
hacer cambios en su vida gracias al efecto que el libro le produce, y
Meryl Streep encarna a Clarissa Vaughan, una editora homosexual que
vive en la concurrida ciudad de Nueva York y que su vida puede ser
una fiel interpretación de lo que representa La señora Dalloway
cuando fue escrita, llevándola a los años modernos o actuales como
lo plantea la película; aunque también podríamos considerarla como
lo que pasaba por la mente de Virginia Woolf al momento de escribir
su novela, con pequeños cambios que reflejan la individualidad de
los personajes, entre ellos el de Clarissa, ya que aun siendo
homosexual, la película deja ver que ha estado enamorada de su amigo
escritor Richard (Ed Harris) quien sufre una etapa avanzada de
Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida, a quien decide hacerle una
fiesta, pues acaban de concederle un premio en poesía.
La película nos permite ser
parte de lo que un solo día en la intensa vida de las actrices
protagonistas trae consigo; sentimientos, pensamientos y emociones
que se mezclan y se conectan entre el espacio-tiempo de cada una y
con el pasado, entorno y presente de las tres en conjunto. A
continuación, presentamos lo que consideramos propio de la obra La
señora Dalloway, de
la película Las Horas,
sus interconexiones y su variación de contenido, para después
presentar un análisis teórico, donde la recepción del texto
literario y sus efectos en el lector potencial son precisamente –y
no lo es otra cosa- el eje temático, el trasfondo y el punto central
de la película.
Resulta un tanto complicado
conectar cada diferencia encontrada entre la obra literaria y el
filme; sigue siendo un punto ciego para el espectador el tratar de
comprender por completo la subjetividad que el director de la
película quiere transmitir, y también lo que no quiere mostrar
directamente, sino dejar que sea derivado por nuestra perspectiva y
experiencia propia. Desde esta primera observación, podríamos
mencionar que la teoría que nos atañe tiene también sus personajes
o actores intermedios que llevan su pensamiento receptivo propio ya
sea de la novela o de la misma presentación en pantalla grande.
La señora Dalloway,
novela publicada en 1925, cuenta la historia de lo que acontece en un
día en la vida de Clarissa Dalloway, una mujer de la alta clase
social londinense después de ocurrir la Primera Guerra Mundial.
Clarissa prepara una fiesta y la novela cuenta todos los detalles
premeditados que la anfitriona debe cumplir para llevar a cabo una
reunión que se quede en la memoria de todos sus amigos de la clase
alta. El estilo de Virginia Woolf refleja la condición sociocultural
de ese tiempo-espacio en contexto vivido en primera persona, puesto
que el estilo narrativo se presenta como un monólogo creado por la
misma Clarissa como si pudiéramos entrar en su conciencia. Aunque es
importante mencionar que el monólogo no solo se presenta como
conciencia de Clarissa, sino que da pie a que varias voces (las
personas que le rodean) también sean parte de ese estilo de
narración.
La obra respeta el sentido
cronológico de la historia que relata, pero dentro de ella es
indiscutible que también se hable del tiempo pretérito y tiempo
futuro. Los sentimientos, deseos y anhelos de cada personaje recaen
siguiendo una línea desfasada del tiempo, lo cual enriquece al
monólogo que cada personaje ofrece. Esta línea “virtual” del
tiempo es mucho más importante que la primera, ya que es la que
introduce la magia y el suspenso en la novela. Nosotros como
lectores, somos omnipresentes de lo que ocurre en el día de la
fiesta. Sabemos lo que cada uno piensa y siente respecto de los otros
y creemos saber lo que va a suceder después.
Clarissa es una mujer obsesionada
con tener el control, de sí misma y de lo que le rodea. Su vida y
los problemas que le afligen son de lo más triviales, pero la obra
muestra a este personaje como el más pasional. Podríamos
aventurarnos al decir que es el personaje más filosófico por su
capacidad emocional y de reflexión que no presume a los otros, sino
que lo enriquece al convivir con todos ellos. A Clarissa le preocupa
la muerte, pero sobre todo el envejecimiento. El pasar el resto de su
vida con su esposo Richard Dalloway y no con su antiguo amor Peter
Walsh o Sally Seaton (su mejor amiga, su expareja y posiblemente su
verdadero amor), le hace tener sentimientos de preocupación, pues no
deja de pensar en el tiempo virtual -qué
hubiera pasado si- fuera
la señora de Walsh en ese momento. Se compara, se humilla y se
enaltece al lado de las nuevas parejas de Peter, pues ella lo conoció
desde niño y cree que nadie podría satisfacerlo románticamente
como ella, y esto, hasta Sally Seaton lo sabía.
Septimus Warren Smith, un
veterano con traumas de la Primera Guerra Mundial, tiene
alucinaciones y problemas de personalidad (como le sucedió a
Virginia Woolf, quien sufría de trastornos mentales en la vida
real). Este personaje es el que puede presenciar la verdad
en su versión más cruda, o por lo menos así lo quería presentar
la escritora; mientras que Clarissa tenía una relación muy peculiar
con la realidad.
Tanto Clarissa como Septimus comparten un tipo de sensibilidad
experiencial: sus pensamientos y su miedo a la vida y la muerte, pese
a que Septimus decide suicidarse y Clarissa opta por respetar su vida
y el transcurso del tiempo que le toca vivir después de la muerte de
su amigo. La muerte está presente en toda la obra, aunque no
necesariamente se trate de alguien en particular: el pensarla,
soñarla, reflexionarla y esperarla está inscrito de principio a fin
al igual que el tiempo, como tedio, como lo esperado, la ansiedad y
la preocupación de la vejez y la soledad.
Las Horas,
película rodada en el año 2002, refleja muy bien el papel que juega
el tiempo desde el título de esta. Cabe mencionar que el tiempo es
importante tanto para la obra de la escritora londinense (sus
personajes y su estructura narrativa) como para la obra
cinematográfica, ya que el escrito de Virginia Woolf estuvo a punto
de titularse así, Las Horas. Con esto podemos deducir que el
concepto del tiempo no será el convencional. Si bien no daremos una
sinopsis o resumen de lo que sucede en el filme, mencionaremos los
hechos que consideramos pertinentes para después elaborar nuestro
análisis.
En la película, podremos darnos
cuenta de cuál es la línea del tiempo que sigue la trama. Desde el
comienzo, Virginia Woolf (Nicole Kidman) está sentada en su
escritorio escribiendo la primera frase de su libro. Acto seguido,
Laura Brown, la mujer de los años 50, lee aquella frase que Virginia
escribió. Subsecuentemente aparece Clarissa haciendo lo que dicta
tal frase. Esta es la manera en que la estructura de la trama
cinematográfica se desarrolla. Existe una simultaneidad atemporal
que mantiene como eje a la obra de La
señora Dalloway,
mostrando también la importancia y fragilidad de nuestro tiempo
vivencial como espectadores.
La historia o últimos días que
se cuentan de Virginia Woolf podríamos decir que se siguen al pie de
la letra. Su relación con su esposo, su hermana, su sobrina. El
hecho de que se sienta culpable por seguir viva en un mundo que no la
comprende. Su talento como escritora, su brillantez en sus líneas,
entre otras cosas. Laura Brown, por su parte, es una mujer promedio
para su época. Sigue su vida de acuerdo con los estereotipos, pero
al conseguirlos se da cuenta de que no es plenamente feliz. Parece
agobiada y asustada por no saber qué hacer de su vida, sobre todo al
esperar la llegada de su segundo hijo. Después de la visita de su
vecina (quien le recuerda que tiene una vida envidiable) le ofrece un
gesto de amor, besándola apasionadamente. Gracias a esto se da
cuenta de lo que quiere en verdad, lo cual resulta impensable para
aquella época. Tras intentar suicidarse decide no hacerlo por el
amor de su familia, como lo hizo Virginia las primeras veces, lo que
las relaciona estrechamente por medio de la lectura de la obra en
cuestión. Percibimos esto desde el momento donde Laura se encuentra
en el hotel sosteniendo en una mano varios frascos con pastillas y en
la otra sujetando el libro de La
señora Dalloway,
llevándole su proceso de lectura al recuerdo del segundo pastel (el
que quedó perfecto) que preparó a su esposo y que dejó en la mesa
de su casa. Por otro lado, tenemos a Clarissa, una mujer moderna que
vive abiertamente su homosexualidad sin problemas. Bohemia, madre,
mujer independiente. Enamorada de su amigo poeta al cual le prepara
una gran fiesta, sin importarle los sentimientos abrumadores de éste.
Su amigo decide seguir sus instintos para desaparecer de este plano,
solo así Clarissa comprendió que la única que debe vivir por ella,
es ella misma.
El punto de conexión entre las
tres historias es el pensamiento de suicidio. Cuando ven a la muerte
de frente; cuando la decisión sobre desaparecer es pertinente. El
punto de quiebre resulta entonces cuando llega Laura Brown al funeral
del hijo que abandonó hace años, sí, el amigo de Clarissa. Si
Laura se hubiera suicidado en los años 50, su hijo no hubiera
nacido. Si su hijo no hubiera nacido, la vida de Clarissa hubiera
sido muy diferente. Es aquí donde todo se rompe y también todo se
conecta, donde se juega con el tiempo y el esquema radical de sus
posibilidades virtuales. Recordemos que todo esto sucede en un solo
día vivido en el cuerpo y mente de las tres mujeres, donde recae la
importancia de los pequeños actos, la pesadez del tiempo y su
acontecer. Vivenciar el mismo tema bajo diferente ser experienciador:
la importancia de las horas.
Ahora, tratando de conectar a la
obra cinematográfica con la novela, podríamos decir que ambas
siguen la misma característica narrativa que Virginia Woolf planteó
en la estructura de su obra. En la película, su personaje es la
narradora omnisciente de todo lo que sucede, pues siendo ella la
escritora, es igualmente la creadora de los personajes de su mundo
plasmado en papel. Esto también se relaciona con la escritura de La
señora Dalloway, ya
que todo pensamiento y sentimiento de los personajes está impreso
bajo una narrativa en forma de monólogo, dando como resultado una
omnisciencia multiselectiva. Ambas (la obra y el filme) cuentan lo
que sucede en un solo día en la vida de una mujer, y lo hacen
siguiendo una línea del tiempo con analepsis y prolepsis en varios
puntos, esas interrupciones que llevan al tiempo pasado gracias a los
recuerdos, o al tiempo futuro con los anhelos. Ello no significa que
la historia de las tres mujeres no siga un transcurso lineal, tampoco
que no se puedan interconectar dentro de esas interrupciones. Aunado
a esto tenemos una sola historia, que sería la fusión experiencial
de esta famosa triada.
Entre el libro y el filme
encontramos a los mismos personajes, pero con algunas variaciones en
sus acciones o en el reflejo de su personalidad. Empezando por
Clarissa, es el mismo personaje tanto para la película como para el
libro y es anfitriona de la misma fiesta. Richard, es el marido de
Clarissa en el libro, pero en la película es solo un amigo. Este
cambio de rol en el personaje parece algo tramposo, pero tiene su
razón: Richard (el de la novela), aunque es esposo de Clarissa se
muestra distante ante ella tal vez porque sabe que no son el uno para
el otro. En la película, se muestra como un poeta homosexual
decadente enfermo de SIDA, el cual obviamente no está enamorado de
Clarissa, pero nos muestra que mantiene una muy fuerte relación con
ella desde hace tiempo, cuando ellos fueron amantes; se sabe amado y
protegido. Septimus es el que toma el papel del poeta desencantado de
la vida en la obra literaria, quien se suicida como lo hizo en la
película el poeta Richard. Sally, en el libro y en la película es
el examor de Clarissa, pero en la película es vista solo como una
acompañante. En ambas historias el amor de Clarissa no es
correspondido de la manera que ella lo ansía. Laura Brown, por su
parte, se asemeja a Clarissa en tanto que lleva consigo el deseo de
estar con otra mujer. Podríamos tomar a este personaje como todos
los deseos reprimidos de Virginia Woolf hechos persona: la
homosexualidad, el suicidio, el sentirse incomprendida, el pensar
obsesivamente en la muerte y que al final de cuentas decide no
accionar tales sentimientos –todavía- tal como lo marcaba la
bipolaridad de la escritora que, a pesar de su locura, estaba
demasiado consciente de su realidad.
Septimus, Richard y Virginia se
suicidarán para que su entorno comprenda la belleza de la vida. El
poeta siempre es el que muere, su visión reflexiva comprende al
suicidio no como ofensa ni como repudio a la vida, sino al contrario.
El suicidio parece ser una solución válida a su problema, les hace
sentir vivos. Deciden ofrecer su vida y su muerte para brindarle una
oportunidad reflexiva y fructífera a todos los seres que les rodean.
El aceptar que la vida es finita y que el tiempo es lo más valioso
que tenemos, nos libera. El Tiempo, eso que nos puede liberar como
acabamos de mencionar, o nos puede mantener como sus prisioneros. En
nuestra vida debemos darle la importancia justa: disfrutarlo,
disfrutar a los nuestros cuando están cerca y mostrar sentimientos
puros cuando están lejos. Así la culpa no nos carcome, y no
sacrificaremos más de lo que estamos dispuestos por haberles fallado
cuando estaban cerca. No recurriremos al suicidio como un pago de
deudas, sino por los problemas que nos plantee la vida, como lo hizo
Virginia Woolf.
En cierto sentido, el
razonamiento deductivo (que podría ser el pensamiento o idea mandado
a alguien más) que nos llega a partir de esta ramificación de la
trama en la obra literaria y en el drama del filme puede que no nos
lleve tan lejos de lo que ya sabíamos antes de conocer tales
creaciones; el razonamiento inductivo (el pensamiento o idea que
recibimos) en cambio, es el que generalizamos a partir de nuestra
experiencia y vivencia, nos permite derivar conclusiones. La
abducción, un tipo de inducción específica, genera explicaciones
para acontecimientos particulares basándose en una teoría
subyacente sobre el funcionamiento del mundo, sea descriptivo o
explicativo. Como no se puede comprobar la validez deductiva de la
inducción, preocupa su importancia en términos científicos y
filosóficos. Un ejemplo concreto sobre esto es la teoría de Karl
Popper, quien crea una hipótesis sobre cómo trabajan realmente
los científicos, lo que dio pie a varias críticas por parte de
filósofos de la ciencia como Kuhn y Feyerabend, quienes han llegado
a observaciones muy precisas e interesantes sobre la sociología de
la ciencia. A pesar de esto, sostenemos que las ideas de Popper
fueron más acertadas porque se focalizan en lo que los científicos
están intentando hacer y no solo muestra una descripción enlistada
de lo que hacen. Popper recurre a una reconstrucción racional.
¿Por qué mencionamos esto?
Porque, según Iser, para la teoría de la recepción es importante
el conocer qué llega o llegó a ti (refiriéndose a todo tipo de
información), sin embargo, su focalización radica en qué haces con
ello. Puedes aprender el funcionamiento de muchísimas cosas, pero la
atención recae cuando las utilizas como herramienta. En el caso de
la película tenemos el ejemplo de Laura Brown, que tras leer la
novela de Woolf llega a un estado de reflexión profunda, tan
profunda que no se queda en su pensamiento; acciona. Esa es la
respuesta ideal para nuestra teoría. Existe la recepción del texto
literario y ésta debe provocar algún tipo de efecto en el lector,
no solo en el que está leyendo la obra en ese momento, sino en el
lector potencial. Llegando así a lectores en diferentes épocas
históricas que, como menciona Jauss cuando habla de la renovación
de la historia literaria, se necesita hacer una reconstrucción de
este horizonte de expectativas como el ámbito de la percepción del
público lector que en la determinación de lo que se considera
artístico, revela sus propias normas, su visión.
Hablaremos ahora sobre lo que
concierne a la toma de decisiones. Los psicólogos, se supone,
investigan y tratan de explicar desviaciones de las normas de la
lógica que se producen en el conocimiento humano. De manera similar,
en el estudio de la toma de decisiones se preguntaron si la gente
realmente sigue el principio normativo “lógico” acompañado de
todos los axiomas que le confieren. En particular, los axiomas tienen
claras implicaciones para las relaciones existentes entre ciertos
conjuntos de elecciones, aunque en general, las desviaciones en el
comportamiento son más evidentes y eso les resta la característica
de ser vistas como un error, como sucede con las desviaciones
lógicas. La toma de decisiones requiere la combinación de
creencias, deseos, y del contexto histórico sociocultural de la
persona que la efectúa. Una decisión racional es aquella que
maximiza la utilidad subjetiva esperada de la persona que toma la
decisión. Es difícil hablar del modo de estructuración de un
problema planteado o pensado y efectuado como decisión. Como bien lo
señalaba Payne, el resultado de algunas decisiones también depende
de lo que alguien más decide, puesto que las decisiones de la gente
están influidas por factores que van más allá de su control, y
estos son aleatorios.
Ya sea que reconstruyamos el
pasado para imaginarnos el mundo que la literatura nos ofrece, que
testifiquemos nuestras experiencias basándonos en lo que hemos
leído, o que provoque en nosotros una respuesta como lo plantea
Iser, la recepción siempre está presente y ella no solo es textual.
Podríamos impregnar esta teoría con un tinte
fenomenológico-hermenéutico puesto que todo lo que hacemos parece
resultar ser una copia, una réplica de lo que vemos (no como una
mera imitación) porque le restaríamos el carácter reflexivo que
yace en estas teorías, pero sí deja entrever que nuestras acciones,
nuestras decisiones, nuestros pensamientos pueden ser y son
completamente conmovidos por alguien más. En este caso por una obra
literaria, por su representación cinematográfica, por lo que cada
personaje refleja y nos deja sentir, pero sobre todo con lo que
reflexionamos y actuamos en consecuencia de nuestra relación con lo
recibido.
Una obra literaria no es un
registro documental de algo que existe o ha existido, ella trae al
mundo algo
que hasta ahora no existía y puede ser calificada como una realidad
virtual, pues como hemos mencionado, los lectores, mundos y
realidades virtuales existen gracias a ella. Sobre el carácter
imaginativo que la dota de realidad y nitidez en nuestra mente, la
teoría de la recepción estética enfrenta el problema de cómo esas
realidades emergentes (sin equivalencia en nuestro mundo empírico)
se pueden procesar y ser comprendidas. Vemos entonces cómo el
sentido del texto ya no es entendido por la interpretación que
debería ser descubierta, ya que esto implica la justificación de
las propias presuposiciones. Se desarrolló entonces la capacidad de
dar cuenta del hecho literario gracias a la profundidad y rango de su
visión. Es decir, entre más interpretaciones y conclusiones
individuales emerjan, más enriquecedor el mensaje y valor estético
de la obra.
Todas las preguntas que nos
formulemos como lectores o espectadores, al ser respondidas dan lugar
a otras nuevas que sirven como punteros hacia nuevas direcciones, lo
cual está relacionado con la semántica enfocada en el estudio del
mensaje, analizando las operaciones a través de las cuales se monta
el objeto imaginario del texto. Esto señala nuestras facultades que
son estimuladas cuando procesamos la lectura de una obra literaria.
Con los datos procedentes fue necesario llegar a un cambio de
enfoque: lo que importa ya no es lo que significa el texto, sino lo
que hace al lector. La medida en que las estructuras del texto
literario prefiguran el procesamiento que debe hacer el lector y la
distancia que hay entre éste y el texto varía según la persona, el
texto, el contexto subjetivo sociocultural del lector, del autor,
entre muchos otros factores. Por eso decimos que las reflexiones son
potencialmente infinitas.
El objetivo central de la teoría
de la recepción es la interacción del texto con los lectores
destacando lo que sucede en el procesamiento del texto. La
recodificación literaria permite a los lectores contemporáneos
percibir lo que normalmente no pueden ver en los procesos de la vida
cotidiana, y permite a las generaciones futuras de lectores
comprender una realidad que nunca les perteneció. Tal proceso lo
encontramos en la película de Stephen Daldry, pues las acciones que
efectúa Laura Brown son gracias al mecanismo ejercido y buen
funcionamiento del texto literario de la escritora londinense que,
resulta en un cambio de actitud y de percepción sobre la vida misma.
Igualmente lo encontramos en la historia narrada por Clarissa, quien
todavía reside en un mundo pensado por Virginia Woolf, pero que tal
impresión causada (el estar tan apegada a la literatura mencionada)
la categoriza como un lector virtual. En este caso, la relación
entre Virginia, Laura y Clarissa es asimétrica puesto que todo
depende del proceso de lectura que siga cada una (la primera al
escribirlo, la segunda al leerlo y la tercera al
efectuarlo-accionarlo).
Sobre las diferencias entre la
historia de la novela y la historia de la película, podemos
encontrar espacios en blanco o intercambios en los personajes que
llevan al lector o espectador a un proceso de ideación, adoptando
una posición respecto a lo que percibe-recibe. El lector o
espectador determina cuáles son los elementos familiares y los
conocimientos que serán cancelados o poco importantes para su
análisis sobre tal experiencia. Cada perspectiva abre una nueva
visión del objeto que se imagina tras la lectura. La obra
cinematográfica bien pudo tomar otro tema como referencia de la
novela, pero decidió hacerlo sobre el tiempo de una manera
filosófica y reflexiva, bajo una red de simultaneidad atemporal para
intensificar el drama y el suspenso en su creación. Cabe decir que
cada punto de vista se puede centrar en un momento o tema específico
de la lectura, y ese tema se convierte en el horizonte contra el cual
el siguiente segmento se actualice, y así sucesivamente. La cadena
de ideas que surgen en la mente del lector es el medio por el que el
texto se traduce a la imaginación.
Vemos entonces que lo que está
presente en el texto debe ser juzgado a la luz de lo que está
ausente. La literatura da cuenta de la problemática producida por
los sistemas enfatizando sus deficiencias. Esto nos permite
reconstruir lo oculto en el texto. Los lectores están en una
posición donde pueden mirar de otra manera a las fuerzas que los
guían y orientan, mismas que fueron aceptadas sin cuestionarlas. El
proceso de comprensión del texto no es estático, sino dinámico. La
instancia de producción del autor no está en el aire, sino en una
instancia de recepción del tiempo que trae referencialidades. Se
constituyen estas referencialidades cuando el lector comprende el
texto, eligiendo así los elementos que serán significativos. Esto
permite al texto ser igualmente significativo en una variedad
cambiante de contextos históricos.
La obra literaria tiene dos
aspectos: el artístico, que se refiere al texto creado por el autor,
y el estético referente a la actualización por parte del lector.
Los textos literarios no están relacionados a la realidad
contingente, sino a los sistemas en donde la realidad, siendo tan
compleja como es, se reduce a estructuras significativas. El texto y
el lector tienen su mundo configurado con una serie de
condicionamientos. Ambos coexisten, y así su mundo y sus
condicionamientos se modifican para adecuarse al mundo o al lector
respectivamente. Esto ocasiona un cambio en el valor de la obra ya
sea positivo o negativo, porque requieren de un código compartido
para que pueda ser comprendido.
Regresando a la temporalidad
dentro de la historia de la película y de la obra literaria, nos
recuerda a Jean Paul Sartre cuando ofrece una descripción
fenomenológica de los tres ék-stasis temporales mencionando que “no
podemos lanzarnos a un examen del ser del tiempo sin elucidar
previamente por una descripción preontológica y fenomenológica el
sentido, harto a menudo oscuro, de sus tres dimensiones.” (169)
Esto quiere decir que no podemos deshacernos, ni siquiera pensar en
una idea o situación sin alguna de las tres facetas necesarias: su
pasado, su presente, su futuro. Igualmente encontramos que, bajo la
teoría fenomenológica de este gran pensador, los huecos en el
tiempo (llámese la temporalidad de cualquier suceso), en este caso
dentro de la película o de la novela como mencionamos anteriormente,
“se llenarán los huecos, en el orden del conocimiento, por la
constitución de un tiempo homogéneo y sin lagunas.” (196)
Vemos que, al igual que las
investigaciones y estudios sobre la literatura, en filosofía se
desdibujaba un tipo de pensamiento. El tiempo ya no es como lo
pensaba Descartes o Kant cuando la unidad temporal (donde se devela
la relación sintética antes-después) es otorgada a los múltiples
instantes por un ser que escapa a la temporalidad. Concluimos
entonces que, después de la llegada del pensamiento fenomenológico
sartreano, el ser no puede serlo sin la forma temporal, es decir,
nuestra existencia no puede borrar el plano en donde reside, su
tiempo-espacio coexiste con él mismo. Inclusive podemos sentir
correr el tiempo, ser conscientes de nuestro estar, nuestro
aquí-ahora, la duración de nuestra propia vida. Llegando entonces a
una reflexión sobre las tres dimensiones ek-státicas de nuestras
posibilidades y limitaciones. La reflexión no se queda en la
indiferencia en cuanto a movimiento o surgimiento de pensares y
acciones, es el impulso que lleva a un <para qué>, a un
sentido. Es una consciencia reflexiva de duración y de temporalidad.
La muerte se convierte en el
sentido de la vida, con ello sobra decir que uno es responsable tanto
de su propia vida como de su muerte. El sentido de nuestra vida se
constituye con base a la espera, es la espera de la muerte. Nadie
puede disfrutar, sufrir, vivir, morir en nuestro lugar; el suicidio
en este caso es un acto de nihilismo a primera vista, pero en el
fondo es una acción voluntaria y responsable, porque no lo deja a
cargo de otra persona. Por eso mismo el suicidio puede llegar a
considerarse un símbolo de libertad desde muchos de sus ángulos. La
muerte se lleva consigo desde que se nace.
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